martes, 19 de febrero de 2013

El mercadólogo que todos llevamos dentro



Las fuentes de la mercadotecnia son otras, muy variadas a aquellas que se citan en los manuales, si recurrieran a beber de ellas, seguramente les dirían: “no señor, no provenimos ni de la psicología, ni de la sociología, nuestro lugar de origen es más pobre y agreste de lo que se imaginan, menos sofisticado si se quiere, pero de ahí toma su importancia, de la simpleza y humildad de lo cotidiano”.

Al mercadólogo profesional, las promociones de barrio consuetudinarias, le parecen chocantes y hasta cierto punto, las envidia. Mientras nosotros tenemos que justificar científicamente la información y resguardar nuestras estrategias bajo más candados de seguridad que una Matrioska de múltiples capas, la vendedora habilidosa y capaz dice: “pinta un letrero viejo, que tenga letras grandotas y que diga que por la crisis está todo de remate”.

No es que ella tenga algo de campirano, sino que tiene tanto, de tantos sitios que sería imposible, irrisorio, asegurar su fuente de procedencia. Por un lado están esos lugares recurrentes de las fiestas de descuentos, como aquel puestecito de elotes que decía hace una semana: “Elotes 2×1, aprovecha el buen fin”; aunque también habita en el gran centro comercial que anuncia que tendremos la oportunidad de adquirir productos a 12, 18 y 24 meses, para seguirlos pagando dentro de tres “buen fines”.
Las estrategias de mercadotecnia surgen de cualquier lado, lo cual no significa que todos sean expertos en el tema, sino que el marco de las relaciones en el que suceden los intercambios de productos y servicios, se presta para que, tanto legos como parroquianos, se ejerciten en la utilización de técnicas que aseguren el proceso de compra.

¿Qué dicen los profesionales del mercadólogo común, cotidiano y corriente? Es evidente la argumentación de que hay falta de pedigree. Pero donde todo nos diferencia, las redes nos igualarán. Una PyME que antes no contaba con los recursos para acercarse a los clientes por falta de capital o de relaciones para acceder a los medios tradicionales, ahora simplemente se comunica, conversa y establece relaciones con su compradores, mediante alguno de los múltiples medios que existen en Internet.
Y es que, todos llevamos un mercadólogo dentro (algunos parece que nos lo comimos), que más bien suena a esa vieja necesidad de sacar provecho de las cosas que nos convienen, y de no permitir que se nos tome el pelo cuando adquirimos productos y servicios. Ese mercadólogo interno que pulsa por salir, que le aficiona la vida en su máxima complejidad y en su mínima simpleza, está ahí, anclado a la existencia humana, a sus peripecias y humores, propugnando por hacer mejores negocios en una red de relaciones interminable que nos alcanza a todos.
¡Déjenlo salir para que cante sus ofertas y promociones! Sobre todo lo demás, cultívenlo, pero lejos de los osarios pulcros y cancerbados que son las escuelas, llévenlo ahí donde mejor habita y de donde ha surgido, con la gente, con el mundo. La verdadera fuente donde los oficios y las disciplinas, vamos a convivir.


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