sábado, 26 de marzo de 2011

Obsolescencia re-Programada


Hace más de 20 años que realicé mis estudios de Marketing. En aquellos tiempos, pocos conocían en España ese término y a qué realmente se dedicaba las personas que conseguían licenciarse en ello.
Según Philip Kotler es “el proceso social y administrativo por el cual los grupos e individuos satisfacen sus necesidades al crear e intercambiar bienes y servicios”. La máxima que aprendimos era la de intentar siempre el satisfacer las necesidades del cliente. Estas satisfacciones podían ser creadas por las empresas o por los propios clientes.

Aprendimos del ciclo de vida de todo producto. Inicio, desarrollo, mantenimiento y declive.
Aprendimos tácticas para generar necesidades a los clientes. Investigaciones de Mercado, índices de consumo… Hasta aprendimos la obsolescencia programada. Sí, lo reconozco, nos la enseñaban en la escuela.

Hoy en día, la obsolescencia programada es uno de los tres pilares que más incitan al consumo. Las otras dos son la publicidad y el fácil (por lo menos hasta antes de la crisis) acceso a créditos para poder satisfacer las necesidades generadas por otros.

Todos los productos tienen una vida limitada, todo lo que llega a nuestras manos está estudiado que dure un tiempo para que una vez se rompa, accedamos a un producto nuevo. De esta manera el círculo producción- consumo no para nunca.

Uno de los ejemplos de obsolescencia programada es el mundo de la moda. Todo está previsto para que dure 6 meses y la gente renueva su ropa sin mirar que tiene el armario lleno de trapos aún útiles. No es consciente de todos los recursos necesarios para hacer un simple jersey.

Sin embargo, la obsolescencia que yo aprendí hace más de 20 años no tiene nada que ver con lo que hoy existe. Hace años, una nevera podía durar décadas en las casas de una familia. Durante la vida de la nevera, serían varias las veces que un técnico iría a repararla, cambiar piezas, filtros, lámparas, incluso el motor. Hasta que un día llegara su fin.

Posteriormente, los productos empezaron a durar lo mismo que duraba el tiempo que tardábamos en pagar el crédito solicitado. Una vez pagado el crédito… comprábamos un nuevo producto.
Cada vez los técnicos visitaban menos las casas y se optaba por una sustitución antes que una reparación. Cada vez se producía más, cada vez se utilizaban más recursos.

El término “reparar” ha desaparecido de nuestras vidas. Hemos acuñado otros como nivel social, status, prestigio…

Ahora estamos en un nivel más de esta tremenda obsolescencia. Solo tenemos que echar un vistazo al mundo tecnológico. El último invento de Apple, el iPad, fue lanzado el año pasado. No han pasado 12 meses y ya tenemos la nueva versión. Pondría la mano en el fuego que incluso ellos ya tienen creado el iPad 3, e incluso el iPad 4. Mientras que la gente haga colas antes de su lanzamiento ellos no dejarán de intentar satisfacer esa “¿necesidad?”. Dentro de su renovación de producto no se conforman con modificar la tableta, sino que también modifican los cables de conexión. El objetivo es que no sirva nada de lo anteriormente lanzado. Lo mismo pasa con los cargadores de móviles ¿cuántos tenemos en casa cada uno de nosotros? Qué distinto sería si se hiciera un cargador universal para todos los móviles.

Yo estudié marketing, pero os puedo garantizar que rechazo el marketing que se hace hoy. Somos unos cuantos los que luchamos por un marketing “Responsable”. Por limitar la obsolescencia planificada, por vetar la manipulación de la publicidad a los niños, por no utilizar lo verde como arma de venta, por tantas otras cosas.

El camino que existe por delante es largo y sinuoso, pero si cada día conseguimos hacer pensar a alguno que no es necesario cambiar de móvil cada 6 meses… puede que los fabricantes no saquen modelos nuevos cada mes. Si enseñamos e inculcamos la palabra “reparación”, puede que logremos que no se utilice tanto recurso, tanta materia prima.

Parecerá un sueño… pero todo lo que nos rodea empezó con el sueño de alguien.

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