jueves, 21 de abril de 2011

El éxito y el fracaso, según Joaquín Lorente


Joaquín Lorente ha editado (Planeta, 2009), un interesante libro: “Piensa, es gratis”.
“Imaginemos una pirámide. En su cumbre, ese vértice superior que coincide con nuestro cerebro, fijamos nuestro gran objetivo, aquello que queremos conseguir. Es una sola cosa: concreta, lineal, sin laberintos, porque la dispersión es el mejor sistema para caer golpeado y rodando hasta el duro suelo.
A veces, una vez iniciado el descenso hacia las fases del desarrollo, podemos vislumbrar nuevas perspectivas que ni sospechábamos. Cuando eso ocurre, lo importante es regresar a la cumbre y cambiar nuestro vértice, tomando conciencia de que nuestra intención inicial cambió. Habrá que reprogramarse mentalmente para el nuevo objetivo, siempre uno, siempre nítido, siempre allí, desafiándonos. Las metas sólo son eso.
Iniciado el descenso, muy pronto nos encontraremos con nuestra nariz, imprescindible para husmear los ambientes propicios y los adversos de nuestro entorno competitivo. La nariz nos tiene le servir para oler tempestades, adentrarnos en as esencias humanas, detectar tufos maliciosos y recibir los, muchas veces, ocultos matices que envuelven a nuestros interlocutores.
Ese don innato y desconocido que algunos definen como «sexto sentido», posiblemente se encuentre en la nariz. No en vano, junto a los ojos para explorar y los oídos para entender, es el órgano que más próximo se encuentra al cerebro.
Por último llegamos a la base de nuestra pirámide, que a efectos de visual metáfora física situaremos exactamente a una distancia de algo más de un palmo por debajo del ombligo. Allí es donde se concentra la osadía pragmática y el tesón incombustible, aquel que no conoce más límite que el del agotamiento capaz de autoalimentarse para generar, ante las situaciones mas desfallecedoras, nueva osadía pragmática y tesón incombustible.”

El triángulo del éxito: una idea, bastante olfato y mucho coraje.
El triángulo del fracaso: muchas ideas, bastante olfato y cero coraje.

Desde la psicogenealogía, decimos que el fracaso es consecuencia de una neurosis, “la neurosis de fracaso”, en la que ese coraje, asociado a la energía libidinal, está bloqueada y, al mismo tiempo que ese gran objetivo, la finalidad del individuo, no pueden ser concreto, lineal y sin laberintos, tal como dice Joaquín Lorente, sino que está contaminada por las ideas locas del árbol. Diríamos que para invertir ese triángulo y lograr el éxito hay que pasar sin duda por superar la neurosis.

Como dice el autor, “Si no sabes lo que persigues, nunca sabrás a dónde vas”. Empecemos pues, como siempre, por decir alto y claro cual es nuestra finalidad.

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